La repentina aparición de Su Chengyu tomó completamente desprevenida a Yu Ming, pero sus palabras carecían de gratitud o alegría en ese momento.
A los ojos de Yu Ming, lo que Su Chengyu vio fue algo de reproche e incomprensión.
Pero ahora mismo, Su Chengyu no podía permitirse preocuparse por eso. Después de cortar el Látigo Largo, llegó rápidamente al lado de Yu Ming y la agarró, quien aún estaba en shock, diciendo:
«¡Vamos!».
Esa palabra decisiva mostraba que Su Chengyu ya había evaluado la situación actual.
Sin entrar en combate, y con el oponente sin mostrar ni un ápice de técnica, Su Chengyu ya sabía que, incluso si unían fuerzas, no tendrían ninguna oportunidad contra su adversario, y por ello tomó la decisión instantánea de huir.
La mujer rubia estaba, sin duda, sorprendida, pero ¿cómo podían los movimientos de Su Chengyu escapar de su vigilancia?
La mujer atacó al instante, su Látigo Largo volvió a azotar, girando en el aire como un dardo hacia ellos.