Capítulo 1: La llegada del Héroe

En el pueblo de Archi, dos jóvenes caminaban por la plaza central. 

La plaza, como siempre, estaba repleta de gente que andaba por ahí, hablando con sus vecinos. 

De repente, cuando justamente pasaban por una frutería, un niño se soltó de la mano de su madre quien estaba distraída mirando unas deliciosas manzanas y echó a correr a ciegas.

El niño por un pelo se choca con uno de los dos jóvenes, pero uno de ellos, el que parece más joven, lo detuvo a tiempo.

"Uy, perdón..."

El niño se da cuenta de su error y pide disculpas. Pero el joven que lo detuvo no estaba de buen humor.

"¡Oye niño, acaso estás ciego! ¡Por poco y te chocas con mi tío!" Grita el joven enfadado.

"Tom, no pasa nada, no me hizo nada." El joven del lado al ver que su compañero estaba haciendo un alboroto, intentó calmarlo, pero ya era demasiado tarde.

El grito de Tom alertó a toda la plaza, incluso a la madre del niño.

"¡Ay Adrián, que has hecho! (Gritó la madre al ver la situación) ¡Perdonen a mi niño, no lo hizo a propósito!"

La madre del niño abraza al niño y casi llorando empezó a disculparse como puede, en su rostro se puede ver qué estaba en pánico y su cuerpo temblando de miedo.

Una reacción exagerada.

"¿Esos dos no son...?"

La gente del alrededor no hacían buena cara cuando se dieron cuenta de quienes eran los jóvenes, solo rezan por la madre y el niño para que no les pase nada.

¿Pero por qué tanto follón por unos jóvenes? 

Esto es debido a que todo el pueblo sabe que hay una lista de personas en este lugar que jamás deben ofender.

Y estos dos jóvenes están en la cima de la lista.

El joven que aparenta ser el más pequeño es Tom Titan, a pesar de su baja estatura, tiene un cuerpo fornido que causaría envidia incluso a los adultos.

El que está a su lado es Carlos Titan y al contrario de Tom, él tiene un cuerpo alto pero flaco y una piel bien pálida como si estuviera gravemente enfermo.

Muchos al verlos por primera vez se confunden y piensan que son hermanos, pero en realidad son tío y sobrino.

Carlos suspira, no es la primera vez que pasa una situación como esta y seguramente no será la última vez.

Es algo inevitable para él.

Su cuerpo padece de una supuesta enfermedad de la que ni el médico del pueblo sabe cómo curarlo.

Pero Carlos sabe perfectamente de qué enfermedad se trata, solo que no lo puede decir debido que esto tiene que ver con su más grande secreto.

Un secreto que no tiene más remedio que esconderlo, ya que afectaría su forma de vivir si alguien lo supiera, pero por ahora, nadie lo sabe.

"Ha... (Suspira Carlos), señora, no pasa nada, puede dejar de disculparse." 

"Lo siento, de verdad mi niño no lo hizo a propósito..."

Mientras que Carlos intentaba calmar a la señora, Tom se mantenía en silencio con cara de enfado.

Tom tiene la orden de cuidar a Carlos y protegerlo de cualquier amenaza.

Para él, su tío es intocable.

La madre recoge a su niño con prisa y corre como si temiera que le pasara algo. La masa de gente que se había acumulado para ver la situación se deshace enseguida al ver que no ocurrió nada grave. 

Una vez resuelto la incidencia, Carlos mira al cielo.

Este gesto es captado por Tom y este le pregunta:

"Tío Carlos, porque estos días siempre que pasamos por la plaza, miras hacia arriba?"

"Vaya, has estado muy atento de lo que hago últimamente." Responde sorprendido.

"Claro que voy a estar atento, Miranda me ordenó estar al 120% en alerta cuando esté contigo."

"Jaja, No es nada importante, solo estoy esperando que alguien caiga del cielo."

A la respuesta de Carlos, Tom se queda atónito.

Se esperaba cualquier respuesta pero esto lo dejó perplejo.

"¿Y se puede saber quién se supone va caer del cielo?"

Pregunta Tom para seguirle el rollo.

"Alguien que me cambiará la vida, alguien que le llevo esperando desde que tengo consciencia." Afirma Carlos con la cara sonriente.

"..."

Tom se queda en silencio y al rato se pone triste por escuchar estás frases de su tío.

(El tío Carlos quiere que ocurra un milagro...)

(Ese alguien que espera debe de ser algo conceptual, aquel que le cambiará la vida a mejor...)

Eso piensa Tom, aunque la realidad es muy distinta.

"Vamos Tom, ¿No teníamos que ir a la herrería? ¿No te habrás olvidado de porque estamos en la plaza?"

"¡Ay si!"

Mientras que Carlos y Tom se dirigen hacia la herrería del pueblo.

En un lugar no muy lejano.

Volaba en el cielo azul, un dragón alado. 

El gigante lagarto con alas de escama negra, respiraba a un ritmo anormal, estaba muy cansado. Su cuerpo está lleno de heridas y a ojo se puede ver la sangre que derrama entre las escamas debido a las flechas clavadas por toda su espalda.

Cada movimiento que hacía tambaleaba un poco, como si en cualquier momento iba a caer. Pero el dragón no tenía intención de caerse en ningún momento, en su rostro se veía la convicción que tenía en seguir volando.

Todo esto lo hace por los dos humanos que tiene encima suyo.

Ambos estaban inconscientes, uno de ellos está cubierto por una manta sucia, protegido por el otro que tiene una flecha dorada clavada cerca del lugar donde estaría el corazón. 

El dragón mira hacia abajo, sabe que no puede volar por mucho tiempo más.

Observa con la visión borrosa si hay algún lugar donde pueda aterrizar lo antes posible.

Pero con el miedo de que sus perseguidores les alcancen, el dragón insistió en seguir volando, incluso si eso signifique su muerte.

Volviendo al pueblo Archi.

Carlos y Tom llegan a la tienda del único herrero que hay en todo el pueblo.

"Hola señor Hierro, ¿Estás adentro? ¡Somos Tom y Carlos, venimos de parte de Miranda!" Grita Tom en la entrada de la tienda.

"Seguro que está en el sótano haciendo lo suyo." Dice Carlos quien ve que no hay nadie dentro de la tienda, al menos no el la parte superior de la tienda.

"¿Entramos a buscarle?" Pregunta Tom.

"¿Quieres estar aquí esperando para nada como la vez pasada?"

En una ocasión, los dos se quedaron fuera y no se atrevieron a entrar dentro de la tienda por miedo, no les parecía buena idea entrar en la tienda de alguien como Hierro sin permiso.

En serio, la primera vez que ves a este señor, no te dará la impresión de alguien amigable.

Al fin y al cabo, Hierro también está en la lista de personas que jamás deberías ofender.

"Hm, ¿Acaso no se molestará si entramos en su tienda sin avisar?"

Tom no parece estar tan seguro de entrar.

"¡Venga chaval, no te preocupes!"

Es decirlo y Carlos se adentra en la tienda sin miedo alguno.

"¡E, espérame!"

Tom siguió a Carlos hacia dentro.

La tienda estaba todo a oscuras, solo se veía por la luz que entraba por la entrada.

Se podían reconocer por las sombras, todo tipo de armas y armaduras en las estanterías que habían repartido por toda la tienda.

"Con permiso..."

Habla Tom con una voz baja y tímida, mientras que seguía detrás de Carlos lentamente y mirando preocupado por sus esquinas.

Carlos no se paró a mirar nada y fue directo a la mesa de recepción.

Si esta fuera una tienda normal, alguien debería de estar aquí atendiendo a los clientes.

Pero en este caso, no es así. Hierro jamás ha contratado a nadie para vender sus creaciones, si alguien quiere comprar, tiene que hacerlo delante de él.

Pensarán que ¿Acaso no tiene miedo que alguien entré y le robe?

¡Ja! Si supieran que les pasa a los intentaron robar a este señor... ¡Buah! El último que lo intentó terminó con los brazos y piernas rotas, estuvo en cama por meses y el médico del pueblo no le ayudó ni en lo más mínimo. 

Nadie se atreve a ofender a Hierro.

Y ahora, dos jovencitos tienen que lidiar con él.

Carlos mira detrás de la mesa de recepción, hay un portón gigante con un mangón de hierro que se puede abrir.

"Ábrelo Tom."

Le pide a su sobrino que haga el favor de abrir el portón de acero de dos metros de largo.

"¿Estás seguro?"

Tom seguía preocupado y Carlos puede ver qué Tom realmente está dudando si debería abrir el portón que está debajo suyo.

"Venga Tom, ¿Por qué tanto miedo? ¿A dónde se fue el bravucón de antes que asustó a una madre con su niño?"

"¡Pero eso no es lo mismo! En ese momento te estaba protegiendo, ahora... No sé si seré capaz de hacer algo..."

Tom se imagina a Hierro delante de él como un gigante imponente.

"¿Por qué tanto miedo le tienes al señor Hierro?"

"¡Pues claro que voy a tener miedo! ¿No recuerdas la golpiza que me dio la última vez? Es más, ¿Por qué tú no tienes miedo al señor Hierro? ¡Si esa vez ni siquiera te atreverías a entrar debajo de este lugar!"

"Las cosas cambian Tom, además te puedo asegurar que Hierro está vez no nos golpeará."

"Claro, a ti seguro que no, ¿Pero yo qué? siempre soy yo el que termina castigado..."

Carlos sonríe y le da unas palmaditas en la espalda para que se calme.

"Venga Tom, ¿Apostamos si Hierro te golpea o no? Si pierdo te compro dulces."

Y al momento de escuchar dulces, la expresión de Tom cambió por completo.

"¡Oh, vale! Pero... ¿Y si ganas? No puedo ofrecerte nada..."

"Tranquilo, me sirve con cualquier cosa que tengas en posesión."

"¡Ah, entonces acepto la apuesta! ¡No tengo nada que perder!"

Y así es como Tom por fin se anima y abre el portón. El pesado portón de acero se levantó sin problemas y debajo de ella se revela una escalera que va hacia el sótano de la tienda.

Carlos es el primero en entrar y Tom le sigue el paso.

A medida que bajaban por la escalera, en el fondo se escuchaba el sonido de choque de metales a lo lejos.

¡Clank, Clank, Clank...!

"Venga, ya estamos cerca."

Se lo dice a Tom que a cada paso que da, menos confianza tenía, el efecto de los dulces se desvanecía por cada golpe del sonido metálico.

(Todo por los dulces, todo por los dulces, solo son unos golpes, no es un mal trato.)

Tom se autoconvence en su mente para poder seguir hacia delante.

¡Clank, Clank, Clank!

Los golpes metálicos se escuchaban cada vez más fuerte y pronto, llegaron al sótano.

El lugar era enorme, poco iluminado pero se puede ver todo el salón.

"Ahí está el señor Hierro..."

Señala Tom con el dedo hacia una silueta oscura gigante que está al fondo de la sala.

Ese hombre enorme es Hierro, el mejor y el único herrero de este pueblo.

Por cierto, el motivo de porque es el único herrero que hay por aquí es debido a que ningún otro herrero del pueblo se atreve a hacerle competencia. Hubo un tiempo en que en el pueblo había varias herrerías repartidas por todas partes. Pero todo cambió cuando Hierro llegó. Sus creaciones eran excelentes, nadie podía competir con sus armas y armaduras.Todo el pueblo prefería comprar en la tienda de Hierro y eso terminó con toda competencia.

¡Clank, Clank, Clank!

Carlos y Tom se acercaban lentamente hacia Hierro y podían ver qué estaba dando martillazos a una espada.

La expresión que hacía Hierro parecía la de una bestia mirando a su presa.

La cara de seriedad y la concentración muestra su gran maestría y proeza.

"¿Qué hacéis aquí?"

De repente, una voz grave sonó por toda la sala.

Tom se da cuenta que sus pies se paralizaron al momento de escuchar la voz.

Carlos siente una presión enorme, su débil cuerpo apenas lo podía resistir, pero aun así se mantuvo firme y siguió hacia delante.

"¡Venimos de parte de Miranda, señor Hierro!" Gritó Carlos con todas sus fuerzas.

Y al momento de decirlo, la presión que sentía aumentó.

Su cuerpo se sentía pesado, como si cargara rocas enormes encima suyo.

Carlos sabe muy bien que esta sensación que siente proviene de Hierro.

La mera presencia de este hombre es capaz de dejar a la gente inmóvil.

(¡Dios mío! Ya me esperaba algo como esto, pero sigue siendo horrible tener que estar de pie bajo está presión, ¡Se me dificulta hasta respirar!)

En este mundo existen personas tan poderosos que no necesitan ni tocarte para dejarte parado cómo están ahora mismo Carlos y Tom.

Y eso no es todo, algunos incluso son capaces de controlar la magnitud de la presión que uno recibe.

En este preciso momento, al pobre Tom le está cayendo una presión más elevada que Carlos.

El sudor en su rostro y sus piernas temblorosas muestran lo difícil que es para él mantenerse de pie en estos momentos.

El pobre muchacho no puede ni siquiera quejarse porque no puede ni hablar.

"¿Hm...?"

Hierro bajo su martillo y mira hacia Carlos.

Aunque su cara no haya cambiado ni en lo más mínimo, en realidad Hierro está sorprendido.

Es la primera vez que ve a Carlos ser capaz de mantenerse firme por tanto tiempo, normalmente ya estaría en el suelo pidiendo socorro. Algo le decía que este muchacho ha cambiado a mejor.

Esto le satisface y decide bajar la presión.

Carlos al sentir como el peso que sentía se estaba aflojando, por fin puede hablar de nuevo, aprovecha y le dice:

"Venimos a pedirte a qué vengas a la posada a arreglar la cocina."

"..." Hierro no contesta.

"Es de alta importancia, Miranda se va enfadar si no vas a ir a arreglarlo."

"...Y que tengo que arreglar." Por fin, Hierro contesta.

Esto le sorprende a Tom quien no puede creer que el señor Hierro esté escuchando a Carlos.

Siempre tenían que venir con alguien para que les ayudara a convencer a Hierro a salir.

Hierro jamás escucha a nadie cuando está trabajando. Siempre se enfada y causa un caos que nadie quiere meterse con él. Todas las veces anteriores o terminaba con una pelea entre ayudante y Hierro o le pedían a Miranda que venga ella misma para convencerle.

Pero como todo lo que hay en el mundo, Hierro tiene una debilidad y esa misma debilidad, Carlos lo está aprovechando al máximo.

"Miranda se enfadó con un cliente y le mandó por los aires."

"Aja." Asiente Hierro, como si eso fuera lo más normal del mundo.

"El hombre al levantarse empezó a romper todo lo que había alrededor suyo y justamente estaba en la cocina."

"Ya veo."

"Cómo puedes imaginar, con la cocina destruida, ahora la posada no puede ofrecer comida y los clientes se están quejando."

"¿Ese hombre está vivo?"

"¿Perdón?"

La repentina pregunta de Hierro le pilló por sorpresa.

"Que si el hombre que ha causado todo esto, sigue vivo."

"Pues que yo sepa si, antes de venir hacía aquí Miranda lo tenía amarrado en la pared."

"Bien."

Se levanta Hierro.

Desde la perspectiva de Carlos, Hierro es realmente enorme, el hombre mide tres metros de altura y con su larga barba de color negro parecía como si un oso gigante hubiese puesto de pie.

"Pues vamos a la posada."

Cuando lo dice, la presión que sentía Carlos y Tom desaparece por completo.

Tom cae al suelo y respira profundo.

(Ha ido mejor de lo que esperaba.) Piensa Carlos mientras sigue detrás de Hierro.

Y cuando pasa por el lado de Tom. "He ganado la apuesta."

"Ha... Ha... (Respiros profundos) Si... Y casi no puedo ni respirar..."

Luego de que Tom se recupere, los tres se dirigen hacia la posada de Miranda.

En el camino, la gente que cruzaban todos terminan apartando las miradas, se ve el miedo en sus caras y mantienen una distancia de seguridad.

Es muy raro ver a Hierro fuera de su tienda y su gigantesco cuerpo, intimida mucho.

"¿Hm?"

De repente, cuando los tres justo iban a pasar por la plaza central, Hierro presiente algo y se para en mitad del camino, mira hacía el cielo y con su vista avanzada, detecta que algo está cayendo a alta velocidad.

Carlos al ver que Hierro está mirando al cielo, se da cuenta de algo y empieza a sonreír.

(¡Al fin! llegó el momento.)

(He estado esperando por tu llegada durante todo este tiempo.)

(Por dos semanas, he estado mirando el cielo todos los días, con la esperanza de que ese día fuera el día de tu llegada.)

Tom, quien estaba al lado de Carlos, se sorprende al ver la expresión eufórica que hacía su tío.

La cara de Carlos muestra felicidad y entusiasmo, lleno de expectativas.

(Jamás había visto al tío Carlos tan feliz.)

Tom mira el cielo para ver qué es lo estaba ocurriendo.

En sus ojos podían ver que de poco a poco, un punto negro se hacía cada vez más grande.

"¿Algo está cayendo?" Pregunta Tom.

"Si, estás en lo correcto" Responde Carlos.

(Está por caer lo que esperaba todo este tiempo.)

"¿Em, no deberíamos largarnos de aquí? Dice Tom quien veía que la cosa que caía se acercaba cada vez más y más rápido.

En este preciso momento, un evento histórico está por ocurrir.

La humanidad recordará este momento como: La llegada del héroe.

El comienzo de su legendaria aventura para erradicar el mal que se aproxima. Empieza aquí, en el pueblo Archi.

Hierro quien tiene mejor visión que los demás, ve claramente que el objeto oscuro que cae, es un dragón de escama negra que no parece estar consciente y va directo a caer en esta plaza en picado.

"...Fuera, ¡Largaos de aquí! ¡No os acerquéis a la plaza! ¡Algo va a caer justo aquí!"

Grita Hierro para advertir a la gente que están en la plaza en este momento y sin importar si han escuchado o no, Hierro agarra a Carlos y a Tom y da un salto hacia atrás para alejarse lo más lejos posible del lugar.

Una vez fuera de la zona de peligro, el dragón de escamas negras cae en medio de la plaza.

[¡Crashhhhhh!]

Fue una caída horrible, si no fuera que el cuerpo del dragón es bastante robusto, toda la plaza estaría hecha un desastre.

"¡Aaaah!"

"¡Mama!"

"¡Mi tienda!"

Los gritos del pueblo demostraban el pánico y la desesperación de la situación en la que se encontraban, en sus rostros el terror se veía con muchísima claridad. Todos estaban preocupados de que estaba ocurriendo, porque había caído un dragón del cielo, ¿Acaso estaban bajo un ataque o qué demonios pasa?

Pero entre todos los que estaban al presente, había alguien que mantenía su cordura con una sonrisa en la cara, esa persona no es ni más ni menos que Carlos, quien tenía la mirada fija todo este rato en los dos individuos que estaban en la espalda del dragón.

(Aquí están)

(Tal cual como me lo imaginaba)

El dragón con su último aliento mira hacia sus alrededores y confirma que había caído en el lugar correcto y se alivia, cerrando los ojos para siempre.

Y sin querer, con este pequeño gesto de alivio hizo el suficiente movimiento para que uno de los dos individuos que estaba en su espalda se resbalara hacia un lado y que terminase cayendo al suelo.

La gente del pueblo al ver que el dragón no se movía, se acercaron a mirar que había caído de su espalda.

De la caída, el manto sucio se destapa y revela a un joven hermoso de cabello dorado, su cabello resplandecía como las estrellas del cielo, su rostro angelical es tan hermoso que cualquiera podría confundirlo como un ángel caído del cielo.

Pero debajo de tanta belleza, se escondía algo horrible.

Se acerca Carlos junto con Hierro y Tom.

Carlos lo observa de cerca.

El joven tenía los labios secos a causa de una deshidratación severa y su piel era pálida a causa de la desnutrición.

Al quitar la manta se puede ver cómo el cuerpo está lleno de heridas y cicatrices, eran muestras de abuso y maltrato físico. A pesar de todo esto, Carlos dice:

"Bienvenido al pueblo Archi, Lumo."