Meseta Occidental.
El viento feroz no dejaba de soplar.
Aunque en Ciudad González ya se sentía la brisa cálida, aquí el viento frío aún calaba hasta los huesos.
Mirando hacia el oeste, uno podía ver apenas las montañas nevadas elevándose hacia las nubes.
Ochocientas millas más al este se erguía el altar principal de La Alianza de las Diez Mil Montañas, el monte Demarco.
Muchos residentes vivían en la meseta, pero nadie se atrevía a acercarse a su área más alta.
Allí, unas tierras de pastoreo eran frecuentemente ocupadas por personas misteriosas que pastoreaban.
A diferencia de los residentes, estos individuos vestían ropas azules.
Las prendas estaban bordadas con estrellas.
Y en sus rostros, llevaban máscaras peculiares.
En el centro de este prado se alzaba un edificio.
Dentro del edificio, una enorme estatua humana estaba esculpida.
A diferencia de las estatuas ordinarias, esta hecha de oro puro tenía miles de rostros.