Cuando el Monte Tai hizo su movimiento, los otros tres eligieron observar.
El Dragón Furioso era formidable, todos lo sabían.
Pero ninguno de ellos había cruzado puños con el Dragón Furioso.
Mejor dejar que el grandote pruebe las aguas primero.
Una vez que estén agotados, será su turno de atacar.
Eso es lo que los tres estaban pensando.
Sobrevivir en el mundo marcial sin algo de inteligencia era imposible.
En este mundo vacío de reglas y orden, ser astuto era inevitable.
Uno siempre tenía que estar alerta contra un ataque sorpresa.
Pero, desafortunadamente, el Monte Tai, este bruto musculoso, no pudo contener sus impulsos y cruzó la línea roja.
Todos contuvieron la respiración, ansiosos por presenciar este emocionante duelo.
¡Thump! ¡Thump! ¡Thump!
El Monte Tai apretó los dientes y cargó hacia Julio Reed.
Con cada paso, el patio de la Puerta Sombra temblaba.
¡Terrificante!
Su peso, combinado con su altura, era la personificación de la fuerza.