—¡Gracias!
Branley Sinclair tomó la rosa, oliéndola suavemente.
Era fragante.
—¡Ay...
Sin querer, su mano pálida y tierna fue pinchada.
Una gota de sangre emergió instantáneamente en el lugar de la herida.
—Déjame.
Finnegan Springs tomó la mano de Branley Sinclair y la chupó suavemente con sus labios.
—Gracias, marido.
Branley Sinclair sonrió felizmente.
Era como si el pinchazo no doliera en absoluto.
—¡Mira!
Finnegan Springs apartó la boca, señalando hacia el cielo no muy lejos.
A principios de verano, aún no había caído la noche.
El cielo estaba apenas un poco oscuro.
—¿Qué?
Branley Sinclair retiró su mano, con los ojos fijos en la dirección que señalaba Finnegan Springs.
No había nada allí.
¡Bang!
Justo entonces, un sonido se escuchó.
¡Brillantes fuegos artificiales surcaron el cielo nocturno, explotando en un instante!
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Luego vino una serie de sonidos.
Incontables fuegos artificiales se lanzaban como meteoros.
¡Floreciendo!