—Claro —respondió Sally—. De pronto su rostro se volvió serio—. ¿No estarás pensando en robar niños, verdad?
—... No. No robo, ni uno siquiera.
—¿Ni siquiera uno? ¿Quieres llevarte al Pequeño Fengning también? —Sally cogió un látigo y lo hizo restallar hacia él.
—Jian se apresuró a detenerla—. No, la gente malinterpretará que tengo algún fetiche especial.
—Sin malentendidos, sí que tienes uno —Sally lo miró fijamente, pero de todos modos retrajo el látigo.
—Una anciana junto a la carretera sonrió ante su interacción—. Qué pareja tan encantadora son ustedes dos, discutiendo y bromeando entre sí, eso es señal de un buen matrimonio.
—Sally se veía avergonzada—. Señora, por favor no malinterprete.
—Gracias, señora, mi esposa es solo tímida —interrumpió rápidamente Jian.
—Son jóvenes, ¿con la piel tan fina, ni siquiera dieciocho años todavía? —preguntó la anciana con una risita.
—Sally se sonrojó, sintiéndose muy avergonzada—. Sí.