Shuang Yun alzó la mano.
—¡Espera! Mi esposa e hijos no son asesinos. Ellos no matan personas sin razón. ¿Hay un malentendido? —dijo con urgencia.
—¿Qué malentendido puede haber? ¡Mis subalternos vieron con sus propios ojos que Quan Rong fue asesinado por tu esposa e hijos! —replicó Cang Yi sin vacilación.
—Incluso si mi esposa e hijos realmente mataron a alguien, la otra parte debe haber hecho algo mal primero. De lo contrario, con el carácter de mi esposa, nunca mataría a nadie a menos que fuera necesario.
—¿Estás diciendo que mi hermano merecía morir?! —Cang Yi estaba furioso en el acto.
—No te enojes. Aún no conozco la verdad. Si quieres venganza, ¿podemos hablar de ello después de que averigüe la verdad?
—¿Cómo vas a averiguar? —Cang Yi contuvo su ira.
—Bueno, por supuesto, tengo mis maneras. No es conveniente para mí decírtelas. Si estás dispuesto a confiar en mí, puedes descansar fuera de la ciudad por un día. Te daré una respuesta satisfactoria a esta hora mañana.