Solo entonces el corazón de Molly se hundió de verdad, el color de la sangre se drenó de su rostro.
Temblorosa de miedo, se sentó en el suelo y se echó hacia atrás mientras lloraba —¡No te acerques!.
Con la boca temblorosa, Carl—en su forma de bestia—arqueó sarcásticamente los labios, con una expresión que podrías ver en un humano. Sin embargo, puesta en la cara de un tigre, se veía grotesca.
Abrió su boca de tigre.
—¡Ah—! —En medio de los agudos gritos de la mujer, el furioso rugido de un tigre resonó no muy lejos.
Carl miró hacia arriba y vio a un tigre con una oreja cortada correr hacia ellos con la boca ensangrentada. Detrás de él había una presa grande abandonada.
Lo irónico era que, esa presa podía alimentar a dos machos.
La expresión de Molly se relajó. Miró hacia allá y gritó con alegría —¡Edgar, ven a rescatarme!.
—¡Rugido! —Edgar soltó un furioso rugido mientras saltaba al aire para abalanzarse hacia Carl.