No puedes hacerle una broma así a una mujer embarazada

A punto de romper en llanto, Bai Qingqing acariciaba su vientre y se decía a sí misma: «No tengas miedo. Bebé está aquí contigo».

Para darse ánimos, movió una mano hacia el frente, donde sentía que había alguien parado...

¡Y sintió algo!

—¡Ah!

Bai Qingqing se asustó tanto que retiró la mano rápidamente. Luego, se le ocurrió.

—Curtis, eres tú, ¿verdad?

Extendiendo la mano una vez más, se encontró agarrando el aire.

No atreviéndose a imaginar otra posibilidad, insistió en que era él.

—¡Curtis! Te sentí justo ahora. ¡Sal ahora mismo!

Poniendo cara de enojo, Bai Qingqing gritó con voz potente.

—¡Cómo te atreves a asustarme! ¡Hoy no te voy a dejar comer arroz[1]!

Los labios de Curtis se curvaron. Pensó en su corazón: De todas formas, yo no como arroz. Además, Nieve tampoco tiene arroz para comer ahora.

No hizo ningún ruido, y Bai Qingqing no podía sentirlo con las manos de nuevo, así que empezó una conversación al azar.