—Lo hará —la serpiente pequeña habló con una expresión sólida, sonando firme—. ¡Definitivamente me matará!
Mientras la serpiente pequeña decía esto, se quitó la ropa y se la colocó a ella.
Bai Qingqing también se sentía insegura, sintiendo que era una acción muy arriesgada dejar que la serpiente pequeña regresara a casa.
Por eso, no intentó convencerlo más. Solo dijo, sintiendo un poco de lástima, —Ahora tenemos una estufa-cama en casa y el dormitorio es muy cálido. Si vinieras, no necesitarías hibernar más.
La serpiente pequeña se quedó sin palabras.
Bai Qingqing plantó un beso en la frente de la serpiente pequeña. El tacto suave y helado la sorprendió. Los niños realmente tienen una piel buena.
La serpiente pequeña se tensó, y su rostro pálido se sonrojó al instante. Bai Qingqing estalló en risas al verlo.