—Al haber arrancado la hoja del árbol de prisa, en el instante en que sus manos rozaron contra ellas, aparecieron dos grandes cortes en sus palmas, y la sangre comenzó a brotar de ellas como un arroyo.
—Aullido~
—Los cachorros de leopardo entraron en pánico. Inmediatamente rodearon a su madre y estiraron sus cuellos para treparse sobre ella, resultando en una larga raya de lodo, mientras sus patas se resbalaban de ella.
—Bai Qingqing había renunciado por completo. Ya que estaba cubierta de suciedad, abandonó el regañar a sus cachorros y simplemente les permitió pisotearla.
—Mamá está bien. Escondida bajo una hoja de plátano, Bai Qingqing levantó la cabeza y miró en dirección a la cueva. La lluvia está aumentando. Ustedes tres deberían ir primero a la cueva.
—Aullido~
—Los cachorros sacudieron sus cabezas de manera unánime.
—Bueno, como ustedes quieran —mientras Bai Qingqing hablaba, de repente sintió algo abrazándola.