La sombra de un pájaro se movía sobre la arena dorada. Alva circulaba en el aire por un rato y aterrizó cuando vio que no planeaban seguir adelante.
Sus enormes pero hermosas alas levantaban arena y piedras, haciendo difícil abrir los ojos. Sin embargo, también traía consigo una sensación refrescante.
—¿No vamos a seguir? —Alva se transformó en su forma humana y preguntó.
—Es hora de que Qingqing coma —dijo Parker.
—Todos, dejen su equipaje y tomen un descanso —dijo Parker en voz alta.
¡Rugido!
Los hombres bestia tigre inclinaron sus cuerpos y permitieron que el pesado equipaje sobre ellos se deslizara. Estiraron sus cuerpos, ocasionalmente sacando la lengua para lamer sus narices que habían sido resecadas por el viento.
Parker arrastró el equipaje hacia él y buscó comida.
—Todos tienen sed. Parker, dales algo de agua —dijo Bai Qingqing.
—Está bien.
Los hombres bestia tigre se animaron inmediatamente y corrieron hacia él con las lenguas afuera.