La cara de esta serpiente permanecía calmada e inexpresiva mientras desataba esa horrorosa fuerza sobre él, como si no fuera él quien maniáticamente apretaba su cola.
Su fuerza era como un torrente de arena, sujetando a uno en un abrazo mortífero e impidiendo que su víctima se moviera un ápice. Cuanto más uno luchaba, mayor era la fuerza que rebotaba.
Solo al ver a Winston, Mitchell se dio cuenta de que este hombre bestia serpiente también estaba aquí para buscar el antídoto de él.
No había franjas animales en su cara. Al igual que Muir, sus poderes eran los de un hombre bestia superior con cuatro franjas.
—Incluso si obtienes el antídoto, ¡no podrás rescatar a la bebé hembra!
Mitchell escupió estas palabras con lo último de su aliento, con una expresión calmada en su rostro, sin siquiera poner resistencia. El único signo revelador de su terrible situación era su semblante cada vez más horrendo.