La ventaja de estar en forma humana era que era pequeña y facilitaba esconderse. San Zacarías recordó que el hombre águila bestia lo había atacado de esta manera varias veces, y siempre intentaba trepar por su espalda.
San Zacarías naturalmente no le daría la oportunidad. Mientras el otro se lanzaba hacia él con un puño contundente, desplegó su par de pinzas gigantescas y se lanzó hacia el oponente.
Muir fue directo al rostro del escorpión gigante con sus puños, y el escorpión gigante en realidad se levantó sobre sus patas traseras. Cuando Muir corrió debajo de su abdomen, lo aplastó ferozmente contra él.
Todo esto ocurrió a la velocidad del rayo. En cuestión de momentos, ya no se podían ver figuras humanas en el campo de batalla.
Aplastado bajo el abdomen del escorpión gigante, aparecieron cortes profundos en su espalda. La sangre se esparció instantáneamente sobre su espalda y empapó el suelo de piedra.