Parker y Winston sentían como si los hombres escorpión bestiales fueran interminables, que no había final para acabar con ellos.
Bai Qingqing estaba en el aire y podía ver que en los lugares iluminados por la luna, más escorpiones salían arrastrándose. Sería extraño si pudieran terminar de matarlos.
La situación ya era lo suficientemente precaria, pero un chorro de primavera negra brotó de la arena, asustando a Bai Qingqing.
Al observar más de cerca, se dio cuenta de que no era una primavera, sino más escorpiones salvajes. Había tantos de ellos que se amontonaban y parecían una fuente.
Los puntos negros densamente empaquetados podrían matar a alguien con tripofobia. A medida que los escorpiones brotaban, un escorpión negro de tamaño aún mayor se reveló.
Pequeños escorpiones se arrastraban por todo su cuerpo como gusanos. Bai Qingqing lo reconoció de inmediato.
—San Zacarías... —El rostro de Bai Qingqing se volvió instantáneamente pálido como papeles para ofrendas.