—Ya casi llegamos.
Shen Bijun miró por la ventana y pudo distinguir débilmente el paisaje de la ciudad capital del País Y. Desde arriba, no solo los humanos parecían diminutos, sino que incluso los rascacielos parecían hormigas minúsculas.
Mientras observaba tal escena, Shen Bijun entrecerró los ojos.
Aun así, el sentido de responsabilidad en su corazón no disminuyó.
En este viaje, ella debía traer de vuelta a los padres del Doctor Xu y asegurarse de que Song Chen enfrentara la ley.
El avión aterrizó en un aeropuerto privado.
Shen Bijun y Chu Yanshen bajaron del avión con un gran contingente de personas. Se dirigieron hacia la ubicación de Song Chen en un convoy de más de una docena de vehículos todoterreno y motocicletas, pero al llegar, descubrieron que era solo una fábrica abandonada.