—Su Xiaoxiao y Wei Ting subieron al carruaje de regreso a la residencia.
—Wei Ting le pasó en silencio un frasco de nueces grandes delante.
—Su Xiaoxiao bajó la cabeza y contó los billetes. Uno, dos, tres...
—Wei Ting lo empujó hacia adelante delante de ella otra vez.
—Su Xiaoxiao siguió contando. Siete, ocho, nueve...
La cara de Wei Ting se oscureció.
—¿Te has enamorado del dinero? —Su Xiaoxiao dijo sin levantar la cabeza —. ¡Sí!
Olfateó y levantó la vista.
—¿Eh? Nueces. ¿Quién las peló?
—No lo sé —dijo fríamente el señor Wei.
—Oh, tú come. No tengo hambre —Su Xiaoxiao continuó contando los billetes.
Wei Ting parecía sorprendido.
—¿Acaso hay un momento en el que no tengas hambre?
—Su Xiaoxiao dejó lo que estaba haciendo y lo miró con una expresión sombría —. Wei Ting, ¿qué quieres decir?
Los labios de Wei Ting se curvaron hacia arriba.