Mimando a la Hija (1)

La Noche abrió su boca abismal y tragó la capital entera en su oscuro estómago.

Las luces en el Templo de la Doncella Sagrada se encendieron gradualmente.

Una mujer con ropas blancas del Templo de la Doncella Sagrada con patrones de nubes rojas cubriendo sus rodillas bajo su cinturón caminaba desde la noche.

—Emisario Lin.

—¿Alguien irrumpió en el Templo de la Doncella Sagrada hace poco?

—Ya ha sido herido y escapó.

—La Selección Santa es inminente. Si algo sale mal, no podrás soportar la culpa de la Santa.

Tras dar instrucciones fríamente, la mujer se dio la vuelta y caminó hacia un ático tranquilo.

Esta noche era el día para cambiar el vendaje de esa persona.

Llegó al ático fuertemente custodiado.

Había muchos expertos aquí, y nadie podía irrumpir fácilmente.

No, para ser precisos, no podían irrumpir del todo.

Así es, nadie podía entrar.

¿Pero quién se protegería contra un pájaro?

Un loro que se había disfrazado de cuervo voló al ático.