—Me encontré con Sang Zhilan —Tang Yuxin apoyó su cabeza en la suave almohada detrás de ella—. No le importaba quién en este mundo la engañara, lastimara o dañara, pero su propia madre la había matado prácticamente una vez ya, y aún así seguía siendo igual de despiadada esta vez.
—Era casi una situación de un cadáver, tres vidas. Si ella albergara siquiera el más mínimo afecto por ella después de esto, estaría fallando a sus dos hijos, que aún eran tan jóvenes y casi habían sido asesinados por su abuela materna.
—No importaba cuánto le debiera a Sang Zhilan, nunca le pagaría con su propia vida o la de sus hijos.
—¿Para qué vino aquí? —preguntó.
—Al escuchar el nombre Sang Zhilan, la expresión de Gu Ning se tornó más fría debido a la indignación que sentía.
—¿Qué más podría querer? Estaba tras mi receta.
—Si Tang Yuxin aún no sabía qué estaba tramando Sang Zhilan, sería una tonta.