Quizás fue la medicación haciendo efecto, poco después, Tang Xincheng finalmente se quedó dormido. Su ceño se alisó, su complexión visiblemente mejoró —los poderes de recuperación de un niño son realmente notables. No habían pasado muchos días, pero ya se había recuperado bastante bien.
Ese sueño fue particularmente reparador para Tang Xincheng, especialmente desde que el dolor había cesado, ya no tenía pesadillas, ni se despertaba aterrorizado por ellas.
Cuando abrió los ojos, efectivamente todavía estaba en el hospital de su hermana. Para él, este lugar no podía ser más seguro porque su hermana estaba aquí. Su hermana, desde su infancia, había sido como un hada para él, alguien que podía prever el futuro, por eso ella era la que más confiaba.