—Sollozo… —Douzi lloraba lastimosamente, pero obedientemente dejó que Gu Ning le lavara su carita.
—¿Te duele, tío? —Douzi puso su manita en el vendaje que rodeaba la frente de Gu Ning y sensatamente se dio cuenta de que Gu Ning se había lastimado la cabeza.
—Al tío no le duele —Gu Ning tocó la cabeza de Frijolito y, en estos últimos días, las mejillas del pequeño se habían tornado rosadas, indicando que su salud estaba mejorando y ya no tenía miedo.
—¿Por qué llora Douzi? —Gu Ning le preguntó a Douzi. Aunque joven, los niños de la familia Wang maduraban temprano, al igual que sus propios dos, y podían comunicarse con los adultos.
—Mamá ya no quiere a Papá, y no deja que Douzi tenga a Papá tampoco. Abuela ya no quiere a Abuelo, y tampoco quiere a Douzi —Frijolito empezó a derramar sus granos de oro otra vez. Las palabras del niño estaban algo confusas, pero parecía que Gu Ning entendía.