Xiao Tian y Xi Xingyi se dirigían hacia la fogata.
—¿Por qué sonríes así? —preguntó él curioso.
—Estoy feliz —ella dio una respuesta honesta—. Estoy feliz tanto en cuerpo como en alma.
—¿Fue porque acabamos de tener sexo? —lanzó otra pregunta.
—Esa es una de las razones —respondió ella—, oh cierto, Xiao Tian. ¿Quieres dormir en mi tienda más tarde?
Él se sorprendió por su pregunta. —¿No es mala idea? ¿Qué pasa si alguien se entera después?
—Está bien. Yo me encargaré si alguien se entera. No te preocupes. Ellos están bajo mi control —se comportaba como si Baito y los demás fueran sus subordinados.
—¿Qué tanta influencia tienes en esta ciudad? —por supuesto, él aún recuerda que ella les ayudó a desarrollar la ciudad.
—Es suficiente como para hacer que me escuchen —dijo ella con confianza—. Entonces, ¿qué dices? ¿Quieres dormir conmigo más tarde?
—Claro —él estuvo de acuerdo al instante.
—Pero no puedes hacerme nada indecente después —Xi Xingyi expresó.