Rolando lideraba a sus hombres mientras cabalgaban hacia Rosa.
Vio a su esposa sentada en una roca frente a una cabaña casi muerta y se bajó.
Ella parecía sorprendida de verlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Porque lo mandé a buscar —dijo Hildegard.
Rosa la miró, con una expresión de traición escrita por todo el rostro.
—¿Por qué lo harías? —preguntó Rosa, infeliz.
—Bueno, creí que él manejaría las cosas mejor —admitió Hildegard—. Así que le dije a Logan que enviara un búho mensajero para informarle.
—¿No crees que soy capaz de manejar los asuntos? —preguntó Rosa.
—Hay cuerpos muertos en esa casa —Hildegard declaró como un hecho—. Esto no debería ser algo que solo tres de nosotros podamos manejar por nuestra cuenta. Necesitábamos ayuda. Y tu esposo ha estado en el poder más recientemente. Él sabría qué hacer.
—No te enojes con ella —él dijo—. Yo soy quien se supone que se debe enojar contigo.