La Casa del Encanto

El intenso y pesado aroma de lujuria y jugos de amor persistía en el aire cuando Draco tiró de la lámpara y activó la puerta secreta.

—¿Estás segura de esto? —declaró Rosina y miró fijamente a Draco, quien tenía una amplia sonrisa.

—No te arrepentirás —susurró Draco y guió a Rosina adentro del oscuro pasadizo con sus manos descansando en sus caderas.

Rosina ajustó su vista para ver bien en la oscuridad y vio que el pasillo estaba hecho de barro y raíces de árboles.

No tardaron mucho en escuchar una música tenue que provenía de adelante. Cuanto más se acercaban, más fuerte se escuchaba.

—Hemos llegado —susurró Draco al llegar a un callejón sin salida.

Rosina estaba a punto de preguntar cuando Draco tiró de una raíz del árbol al lado, e inmediatamente la pared tembló y se abrió.

—Déjalo todo salir, mi querida —declaró Draco y empujó la puerta para revelar un lugar sensual lleno de hombres lobo bailando seductoramente alrededor de los demás con su identidad oculta.