La sonrisa de Giselle se esfumó cuando escuchó lo que Gastone había declarado. Su tranquila actitud se convirtió en rabia cuando se mencionó a su hijo.
—¡Cómo te atreves! —Giselle gritó, mostrando los dientes como acto de amenaza.
Gastone sonrió con suficiencia. Cerró los ojos por un breve segundo para calmarse. Pronunció esas palabras apostando por cómo reaccionaría Giselle, y tuvo éxito.
—Piénsalo, Giselle. Si tu hijo te viera matando niños inocentes, ¿lo aceptaría? —Gastone insistió más. Podía ver que sus palabras afectaban la mente de Giselle, y planeaba jugar con ellas.
—¡Basta! —Giselle se levantó, queriendo terminar la conversación.
—¿Qué sentirías si uno de esos niños fuera tu hijo? —Gastone elevó la voz, ya que no quería rendirse tan fácilmente—. ¿Estás bien con eso?
Giselle se detuvo. Giró la cabeza y miró directamente a los ojos de Gastone. —¡Mi hijo está muerto!