LISA
—Tómate una ducha.
Las palabras suaves de Kellan me distraen de la oscuridad dentro de mi cabeza.
Ni siquiera recuerdo haber salido de la casa de Ava, pero aquí estamos. Hogar. Su hogar, pero también el mío.
Mis dedos se niegan a funcionar. El cierre de mi abrigo permanece firmemente en su lugar a pesar de mis intentos por agarrarlo. Todo se siente distante, como si estuviera observando las manos de otra persona fallar en esta simple tarea.
—Aquí. Sus manos reemplazan las mías, firmes y cálidas. Ásperas y callosas. Fuertes. Confiables. —Déjame ayudarte.
El cierre se desliza hacia abajo con un suave siseo. Él me quita el abrigo de los hombros, pero aquí hace calor; no lo necesito. Ya hay fuego en la estufa de leña. No estoy seguro si alguien lo mantuvo encendido mientras estábamos fuera, o si lo encendieron cuando regresamos.