Lucifer y su grupo despertaban, pues había un sol deslumbrante en el cuarto círculo —mejor dicho, en la cárcel de los avaros—.
Carmesí y Patria lavaban sus ropas, estando en ropa interior en el río. Por otro lado, Lucifer junto con Niel montaban guardia. En la noche, ambos se habían cubierto uno al otro para protegerse de cualquier enemigo que pudiese aparecer, además de asegurarse de descansar al mismo tiempo.
Dentro de este bosque, los árboles eran muchos pero marchitos. Luego, durante la guardia de Niel, se acercó la misma niña, pero esta vez acompañada de muchísimas personas bastante flacas y con pocas prendas.
La media zorra explicó a Lucifer:
—Todas son personas que fueron avariciosas a tal punto que vendieron hasta la casa de sus padres.
Lucifer ya venía esperando algo así:
—¿Sabes específicamente qué hizo la niña?
—No, no lo sé, amo. No obstante, para estar en este círculo, debió hacer algo mucho peor de lo antes dicho. En esta prisión nadie puede utilizar artes sagrados. Esa es la barrera impuesta, y la única forma de cruzar a la otra cárcel es abrir la puerta —que cualquiera puede abrir—, pero nadie se atrevería a hacerlo.
—¿Y eso por qué? —preguntó muy interesado.
—Eso es porque el otro círculo es aún peor para ellos. Y que entre alguien así supone demasiados problemas.
Las personas terminaron de acercarse e hicieron un saludo con la mano:
—Venimos en paz, jóvenes. Ya nos han informado que hay nuevas personas en este infierno, y no son precisamente de aquí.
Rápidamente, Carmesí y Patria se vistieron. Los ojos de los hombres se clavaron en Patria especialmente. No era que Carmesí no tuviese buen cuerpo, sino que la belleza de Patria —incluso su mirada y forma de caminar— eran sencillamente sensuales. Y ella sentía claramente que Carmesí era menos sensual. Lo cual Kana'a y Lucifer sabían: efectivamente, después de que la tomó como suya, había bajado mucho el nivel de su sensualidad. Pero esta seguía siendo peligrosa para ella.
—Solo queremos sus pertenencias y los dejaremos ir —dijo un sujeto de mediana edad que estaba en medio de la oleada de personas.
Patria se asustó y abrazó a Carmesí:
—¿Nos harán daño?
—Tranquila, no tienes de qué preocuparte —dijo Carmesí.
—¿Te crees muy fuerte? —dijo el sujeto de mediana edad—. Nosotros regimos todo aquí. Mira los cientos de hombres que tengo trabajando para mí. Todos fuimos arrojados aquí para cumplir nuestra sentencia por ser avaros. Ahora nuestro castigo es que nunca tendremos nada material: estamos destinados a sobrevivir y cada día salir a cazar la comida. Este es nuestro infierno. Así que ustedes tal vez traigan algo de valor para nosotros... como esas joyas que lleva esa chica de ojos marrones, o el vestido de esa joven de pelo rojo.
El sujeto rio maliciosamente y se acercó, pero fue parado por Niel:
—Un paso más y no respondo.
—¿Quién demonios te crees? ¡Chicos, denle una paliza!
Las personas desaliñadas —un poco desnutridas y sin casi vida— salieron hacia donde Niel. Este no apartó la mirada de ellos: esquivaba los golpes y de un solo impacto noqueaba a los sujetos. En un párpadeo, ya había noqueado a diez.
El sujeto de mediana edad quedó estupefacto. No podía creer que sus guerreros cayeran tan fácilmente ante un joven:
—¡Ataquen todos ahora! —dijo muy enojado.
La multitud se lanzó contra Niel, quien no esperaba un ataque tan bajo. Este no pudo reaccionar, por ende cerró los ojos.
¡Swooochh!
El sonido de una espada resonó. Niel abrió los ojos y vio una espada cubierta de electricidad que goteaba sangre: había cortado sin piedad a todas las personas con un mismo corte.
Lucifer tenía sangre de las personas a las que cortó en la cara, junto con un rostro sereno. Patria no le podía quitar los ojos de encima:
—¿Quién demonios es ese sujeto?
Por otro lado, Lucifer no se detuvo. Siguió cortando con su espada eléctrica, impulsado por sus piernas que estaban envueltas de electricidad.
Niel rápidamente recobró la compostura y se sumó a la ayuda, golpeando a las personas. Pero se detuvo cuando vio a la niña: era la misma que habían visto al entrar.
—¿Qué hacía ella en este campo de batalla?
Niel la sostuvo de la mano para sacarla del campo de batalla y se volteó sosteniéndola. Luego vio la cara de Carmesí, que hacía una mueca que él no entendía. Patria también gritó:
—¡Atrás de ti!
Al voltear, la niña —que parecía inofensiva— intentó apuñalarlo por la espalda. Este logró desviar el cuchillo, pero este perforó su brazo. La niña no se detuvo e intentó zafarse de Niel con golpes. Estaba bastante eufórica y gritaba:
—¡Ahhhhh!
Niel logró contener a la chica en el piso sin mucha dificultad:
—¿Exactamente qué te propones, niña? ¿Por qué haces todo esto?
La niña comenzó a llorar:
—Solo quiero comer bastante. El jefe me dijo que si lográbamos quitarles sus pertenencias, podría comer mucho.
La niña lloraba a cántaros. Su cabello amarillo estaba enredado pero era liso; sus ojos azules parecían de una pureza no efímera. Su cuerpo delgado, con el pecho aplanado, hacían parecer que era un ángel caído del cielo que había llevado una dura vida en esta cárcel.
—¿Puede que literalmente sea un ángel caído? —dijo Niel.
¡Bam!! Un sujeto golpeó por la espalda a Niel, quien estaba entretenido.
La niña salió corriendo, pero fue agarrada por Lucifer:
—Eh, niña, ¿adónde vas?
La niña no podía zafarse, y cuando intentó lanzarle un golpe, este electrizó levemente su brazo:
—¡Ahhhh!
—Fue doloroso, pero no mucho. Esa es solo una advertencia. La próxima vez que intentes algo, será peor.
La niña, con los ojos al borde del llanto, bajó la cabeza resignada.
Lucifer ya había derrotado a todas las otras personas. Y Niel rápidamente noqueó a quien lo había agarrado desprevenido.
Solo quedaba el sujeto de mediana edad, el cual yacía en el suelo:
—¿Eres un monstruo?
Lucifer escupió una bocanada pequeña de sangre, lo cual preocupó a Niel:
—¿Todo está bien?
—No te preocupes —dijo Lucifer mientras miraba por encima del hombro al sujeto—. Me llevaré a esta niña conmigo. ¿Tienes alguna otra menor como ella? Responde con la verdad, sino te calcinaré vivo.
El sujeto, muy asustado, respondió:
—No... Ella es la única menor. Es la excepción en toda la prisión de los Infiernos de Dante. Por favor, llévesela si quiere, pero no me haga daño.
¡Zzzzzz!
Un rayo pequeño salió del dedo de Lucifer, el cual electrocutó al sujeto por unos diez segundos, dejándolo inconsciente.
—Amo, esta niña es rara. No sé por qué está aquí. Busqué información de ella, pero no encontré nada. Algo anda mal.
—Mmmm... Es verdad, Kana'a. Y Niel se veía interesado en ella, y eso que según tiene *frío abismal*. De seguro algo se trae esta niña.
Kana'a señaló el lugar:
—Allí está la puerta.
Lucifer vio una cascada:
—¿Es esa la puerta?
—Así es, amo. Atravesando la cascada está el siguiente infierno.