Xia Zhe observaba cada movimiento de Qiao Mei. Parecía que Qiao Mei solo había utilizado una pequeña parte de su talento en la capital. Este pueblo era su verdadero pequeño mundo.
Todos la querían mucho y les gustaba ayudarla. Pensaban en ella siempre que había algo bueno y también ayudaban a su familia con la labranza. Los miembros de su familia eran principalmente muy jóvenes o muy mayores, así que ayudaban siempre que podían.
—¿Por qué me miras? —Qiao Mei se dio vuelta y vio a Xia Zhe mirándola fijamente con una sonrisa.
—Simplemente me gusta mirarte —dijo Xia Zhe.
Antes de que Qiao Mei pudiera decir algo, llegaron a la puerta de su casa. Xia Zhe se bajó del vehículo y cargó a Qiao Mei para luego bajar todo del vehículo uno por uno.
—Viejo señor, ¡pase y siéntese! ¡Le prepararé algo delicioso para comer! —dijo Qiao Mei con calidez.