El interior del cobertizo para leña era un mundo completamente diferente al exterior. No solo había ratas, sino también serpientes e insectos venenosos. Estaba muy oscuro durante todo el año y, aunque se encendían las lámparas de queroseno, seguía siendo muy tenue.
Qiao Yu estaba sentada en el suelo con los ojos apagados. Este cobertizo que no veía la luz del día era como su vida, oscura y sin esperanza.
Liu Ying abrió lentamente la puerta del cobertizo y un rayo de sol iluminó a Qiao Yu. Qiao Yu permaneció indiferente. Sabía que lo que le esperaba no era una buena vida, sino el comienzo de una vida de dolor.
—Qiao Yu, Hermana Mayor Política te llevará a bañarte y a comer algo. Ven conmigo —Liu Ying extendió su mano hacia Qiao Yu.
Qiao Yu permaneció inmóvil. Sabía que nada bueno sucedería si la sacaban. Nada bueno le había sucedido nunca en esta casa.