Los vivos también pueden morir de hambre

La vieja señora Li entró pavoneándose en la casa y se sentó en el lecho de ladrillos. —Tienes que ayudarme. Mira a los dos hijos de tu hermano mayor. ¡Están tan flacos que son pura piel y huesos! ¡No puedes abandonarlos en la estacada!

—Madre, no es que no quiera ayudar, pero como puedes ver, Zhang Miao solo está allí tirada y ni siquiera puede moverse. Tiene que tomar mucha medicina cada mes. No hay comida en casa. Yo tampoco lo tengo fácil —dijo Li Gui con torpeza.

¿Mucha medicina? ¡Eso significaba que tenía dinero para comprar medicina todos los meses!

Los ojos de la vieja señora Li se iluminaron. ¡Si ahorraba todo el dinero que gastaba en medicina, eso sería mucho dinero!

De todos modos, Zhang Miao era solo una chica que tarde o temprano tendría que casarse con otra familia. ¡En vez de malgastar tantos años de raciones en ella, era mejor dejarla que se las arreglara por sí misma!