El hombre que estaba al frente del coche le hizo señas —Yanyan~
Todavía ardía un cigarrillo entre las yemas de los dedos del hombre, y al hacerle señas, una luz roja titilante bailaba en el cielo nocturno.
Nan Yan arqueó los labios y caminó hacia él.
—¿No te pedí que me esperaras en la puerta? —Qin Lu aplastó la colilla de cigarrillo, se recostó en el coche, estiró el brazo y rodeó su delgada cintura.
—Son cinco kilómetros de aquí a la puerta de la escuela —Qin Lu soltó una carcajada ronca—. ¿Cómo podía soportar dejarla caminar tal distancia?
Nan Yan emitió un "oh" y lo empujó, preparándose para subir al coche.
Pero nada se movió.
Nan Yan tocó sus tensos músculos ?
—Déjame abrazarte primero, luego puedes subir al coche —Qin Lu bajó la cabeza y le susurró al oído—. Estos últimos días, no solo la anciana no la había visto, él tampoco.