—Hermana Menor, ¿tenemos que ser así entre nosotros? —Nolan miró a Nan Yan sosteniendo una aguja de plata frente a él, con una expresión algo inocente e ingrata. Nan Yan permaneció inexpresiva.
—No eres mi hermano mayor. Saca a mi segundo hermano mayor aquí si quieres hablar de hermanos. —La desaparición de sus maestros redujo la lista de sospechosos. Los ancianos no habían sido acorralados. Aunque ya no tenían la Secta del Médico Divino, la riqueza y conexiones que habían acumulado a lo largo de los años aseguraban que vivirían cómodamente por el resto de sus vidas. Parecía improbable que recurrieran al secuestro de sus maestros a menos que buscasen la muerte, lo cual Nan Yan dudaba.
—Hermana Menor, tus palabras me hieren. Hemos pasado tanto tiempo juntos recientemente, y ha sido bastante agradable. ¿De verdad no tienes ningún sentimiento por mí? —Nolan alzó una ceja.
—¿Cuentan los sentimientos de querer matarte? —Nolan meneó la cabeza indefenso.