Gu Zhou caminó hacia Qiao Nian y le puso un abrigo de piel encima.
En realidad, Qiao Nian no tenía frío. Quería quitarse la capa, pero recibió una mirada ardiente del hombre. Había un rastro de peligro y advertencia en sus ojos.
Qiao Nian bajó la mano en silencio.
Gu Zhou sostuvo la mano derecha de Qiao Nian y caminó a su lado. —Te llevaré a algún lugar.
Aunque no mucha gente venía a esta villa, los sirvientes aún la limpiaban regularmente todos los días. Sin embargo, las luces no se dejaban encendidas.
La villa se oscurecía cada vez más. La luz de la luna y las estrellas ya no se podían ver.
Qiao Nian frunció los labios y dijo con hesitación, —¿Podemos encender las luces?
Esa noche de hace cinco años fue como una cadena que se había cerrado a su alrededor, impidiéndole liberarse.
Sus pasos gradualmente se ralentizaron.