¡Zhou Zhou quiere ir a casa!

La forma en que Gu Zhou estaba actuando hacía que fuera difícil para ella resistirse. Su corazón dolió mientras tocaba su rostro.

Gu Zhou miró fijamente a Qiao Nian sin pestañear. Tomó la iniciativa de colocar su barbilla en la palma de Qiao Nian, frotándose suavemente como un gatito adorable. —Nian Nian, Zhou Zhou quiere ir a casa —dijo lastimosamente.

Cuando Qiao Nian escuchó las palabras de Gu Zhou, su corazón se derritió.

En ese momento, Gu Zhou era como un gatito. Sus ojos claros estaban fijos en ella, como si todo a su alrededor ya no importara. Solo tenía ojos para ella.

Gu Zhou hacía imposible que alguien rechazara su petición.

—Zhou Zhou, sé bueno. ¡Vamos a casa ahora! —dijo Qiao Nian suavemente.

Con eso, una aguja plateada apareció repentinamente en la mano de Qiao Nian. Antes de que Gu Zhou pudiera reaccionar, la aguja perforó su punto de sueño.