Amelia se sentó adelante. Alex la ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad y la ató a él con un cierre de seguridad especial. Amelia estaba nerviosa y emocionada.
—Papá, ¿de quién es esta motocicleta? —preguntó.
Los ojos de Alex sonreían.
—No hay jefe en la tienda. Papá la robó. Vamos, vamos. No será bueno si alguien se entera —con eso, giró el acelerador y la motocicleta salió disparada.
Amelia podía ver vagamente a alguien persiguiéndolos. Sus ojos se agrandaron.
—¡Papá! Está mal robar —estaba a punto de llorar—. Volvamos y demos el dinero...
—Mi querida hija, no tienes que gritar tan fuerte. Papá puede oírte —el tono de Alex era tierno—. No te preocupes, papá te está tomando el pelo. Esta motocicleta pertenece a papá.
Amelia estaba atónita y preguntó confundida:
—Pero esa tienda no es nuestra.
—Es uno de mis hombres —respondió Alex.
Amelia no dijo nada. ¡Papá es un gran mentiroso y una mala persona! ¡Se pasa todos los días intimidando a los niños!