—Eso es cierto, ¿verdad? —preguntó Álex a Amelia, pero cuando se giró, la encontró tumbada en el asiento trasero con una almohada en sus brazos. Se había quedado dormida.
Álex sonrió y condujo el coche hasta el aparcamiento cercano. Luego, fue al asiento trasero y recogió a Amelia. Regresó al asiento delantero del pasajero para ajustar el asiento. Se tumbó cómodamente en el asiento, mientras Amelia yacía en sus brazos.
Los ojos de Álex estaban llenos de dulzura. Acarició el dorso de la mano de Amelia con su amplia palma. —Ve a dormir, Pequeña Daoísta... —Curvó sus labios—. Papá se está acercando cada vez más al camino del Gran Daoísta. Estaré contigo en el futuro...
Tan pronto como terminó de hablar, el camino fuera del aparcamiento frenó de repente, seguido de un enorme choque!