¿No hay nadie que pueda salvarlo?

Kuger miró a Alex con resentimiento.

Alex sonrió con desdén, pero no había sonrisa en sus ojos. —Recuerda —dijo fríamente—, la próxima vez que digas esas palabras desagradables delante de mi hija, tu cabeza girará 180 grados.

Kuger se cubrió de un sudor frío. Sintió aún más frío cuando el aire acondicionado soplaba sobre él.

Amelia finalmente volvió en sí. —Guau, ¡su padre era tan cruel! —Sin embargo, no estaba preocupada ni asustada en absoluto, porque el alma de Kuger no salió volando. En otras palabras, su padre no mató a nadie.— Justo como había dicho su abuela, su padre era definitivamente una buena persona. No importa lo que hiciera, tenía sus razones. —¡Ella solo necesitaba confiar en su padre!

Amelia se sentó en el sofá y sacó una caja de leche de su pequeña bolsa. Movía sus cortas piernas y bebía con calma. Viendo a Nueve sentarse allí sin expresión, sacó otra caja. —Toma, Hermana Nueve —dijo—, esto es para ti. ¡Es leche deliciosa!