El trabajador sonrió. —Jefe, solo estoy bromeando. No lo haré —mientras tiraba a los gatos muertos en la bolsa de basura, hábilmente drenaba la sangre de los gatos que morían y los lanzaba a la bolsa para atarla. Algunos de los gatos que habían sido desangrados murieron de pie, y algunos se retorcían. La bolsa de basura temblaba. Estaban acostumbrados.
Tani le dio una palmada al personal en el hombro. —Prepárate. Mañana, saldremos y rescataremos un grupo de gatos callejeros para volver.
El personal asintió. —Vale, vale.