La abuelita alimenta al perro, un bocado tras otro

—El señor Walton estaba sin palabras. ¿Qué ingrata? ¿Quién había estado acompañándola a bailar en línea, cargando accesorios y filmando videos todo este tiempo? ¡Y buscando a otros ancianos!

—La señora Walton estaba de buen humor al ver sufrir al señor Walton. Levantó un cuenco de arroz y se sentó en la puerta —Ven, CEO Dominante, ven a comer.

—El señor Walton estaba sin palabras. Cada vez que escuchaba ese nombre, se acordaba de Jorge.

Jorge, que estaba trabajando duro en la empresa, estornudó.

—El perro lobo estaba un poco mejor que hace unos días. La receta de Amelia era efectiva. Cuando oyó a la señora Walton llamarlo para comer, se movió de mala gana, como si le tuviera miedo a la comida. Su estómago había sido quemado por veneno para ratas y comer ya no era una cosa feliz para él.