Tercera Opción

La primera nieve del invierno llegó tarde. Era muy intensa y el cielo se oscureció muy rápidamente. El coche de Jorge esperaba al pie de la montaña árida. Los faros del coche iluminaban los copos de nieve como si fueran duendecillos danzantes en la noche.

Hacía mucho calor dentro del coche. William se apoyaba en la ventana y miraba con ansias las montañas áridas. Preguntó —¿Está nevando. ¿Y si mi madre se cae accidentalmente?

—No te preocupes —dijo Amelia—. Las rodillas de la Tía Mayor ahora pueden doblarse. Ella puede caminar con suavidad.

Lucas miraba la tableta, con el rostro inexpresivo.

Jorge de repente preguntó —Mia, tu tía no puede quedarse, ¿verdad?

Amelia se desanimó —Tío Mayor, ¿cómo lo supiste?

Jorge miró a Amelia. El corazón de la joven se leía en su rostro. No era el único que podía notarlo. Todos podían verlo, así que recientemente, la anciana había estado atiborrando a Ling de comida. Temía que después de que ella se fuera, nadie le diera de comer.