Las personas en el crucero suspiraron aliviadas.
Shen Hanxing trepó con agilidad, solo para escuchar una voz femenina ansiosa desde arriba. —¡Date prisa, te ayudaré! Los tiburones aún no se habían dado por vencidos. Los miraban con codicia e intentaban saltar fuera del mar para morder a Ji Yan y a Shen Hanxing. No era seguro permanecer en la escalera, y aún tenían que competir contra el tiempo.