Era la actitud tranquila de Ji Yan la que la hacía más preciosa. Shen Hanxing no pudo evitar besar a Ji Yan otra vez. —Gracias, Sr. Ji.
—Es un honor para mí estar al servicio de la Señora. Las comisuras de los labios de Ji Yan se curvaron ligeramente mientras rodeaba con su brazo la delgada cintura de Shen Hanxing. Su muestra pública de afecto casi había llevado a todos por el camino equivocado, y las preguntas de la señora Lin parecían ser un poco débiles. La señora Lin miró a Shen Hanxing con una expresión sombría y preguntó de nuevo, —Señora Ji, no ha respondido a mi pregunta.