El cuerpo de Ji Yan se tensó. Podía sentir que la mano de Shen Hanxing estaba en un lugar que otros no podían ver. Sus dedos habían trepado por sus rodillas y se movían hacia arriba por sus muslos. No había movimientos sutiles, y no tocaba nada que no debiera ser tocado. Sin embargo, sus ágiles y elegantes movimientos crearon ondas en el fondo de su corazón. Era difícil tranquilizarse, y le hacía querer agarrarla, sostenerla en sus brazos y besarla ferozmente.
—¿Enviarlo a prisión? Esa es una buena idea —dijo Shen Hanxing significativamente. Sus claros ojos negros y blancos estaban llenos de sonrisas. Su mirada cayó en el rostro de Ji Yan y dijo en voz baja—. Pero no me gusta que esté encerrado en prisión. —Con eso, su mano se deslizó entre los dedos de Ji Yan y apretó sus manos firmemente.