Después de ver la cara de Si Yehan, la actitud de Ye Wanwan cambió 180 grados y hasta dejó a Gran Blanco en el fondo de su mente.
El tigre blanco aprovechó esta oportunidad para escapar y desapareció en la noche.
Al ver que Ye Wanwan había abandonado al tigre blanco y corrió hacia él, la expresión de Si Yehan finalmente se volvió más gentil.
Ye Wanwan enterró su cabeza en el pecho de Si Yehan mientras miraba al hombre apuesto con sus ojos brillantes.
—¡Wow! ¡Mi bebé se ve realmente bien, eh!
Ye Wanwan lo miraba como si literalmente quisiera arrancarle la ropa; era como si una bestia salvaje hubiera encontrado un hueso jugoso.
Las comisuras de los labios de Si Yehan temblaron.
—Vuelve.
—Oh oh oh… —Ye Wanwan asintió con la cabeza y lo siguió obedientemente.
Después de entrar a la casa, Si Yehan hizo que Ye Wanwan bebiera la sopa que él había preparado para que se despejara, luego le ordenó que se duchara y se fuera a la cama.