Tengo que decirte la verdad

—Qian Qian, quiero verte —la voz de Song Yan sonaba muy solemne.

—Song Yan, ¿en qué puedo ayudarte? ¿No puedes decirlo por teléfono?

—Te esperaré abajo en tu hotel.

—¿Estás en Jinyang? —Shi Qian estaba sorprendida.

—Sí —Song Yan asintió—. Qian Qian, tengo que hablar contigo de esto en persona.

—¿Qué tal si hago que alguien baje a recogerte? Hablamos cuando subas.

—Está bien —respondió Song Yan con voz suave.

Shi Qian le pidió a Dong Zi que bajara a recoger a Song Yan mientras ella se lavaba rápidamente y se cambiaba de ropa antes de esperar a Song Yan.

En menos de diez minutos, Dong Zi condujo a Song Yan a la habitación de Shi Qian.

Shi Qian se quedó atónita ante la apariencia de Song Yan.

Song Yan lucía indescriptiblemente cansado. Tenía los ojos inyectados en sangre, el cabello desordenado y barba de varios días en la esquina de su boca.