—¡No, no puede ser! —Shi Qian levantó la mano para secar las lágrimas de su rostro—. ¡Mi madre estará definitivamente bien!
Ella seguía consolándose a sí misma, pero más lágrimas fluían y no podía detenerlas.
—Mamá, mamá, ¿dónde estás? —lloró Shi Qian.
Aún había barcos siendo rescatados en la superficie del mar. La proa era como una hoja solitaria flotando en el mar.
Shi Qian se sentó débilmente en el suelo. Sabía que en tal situación, su madre estaba definitivamente en peligro.
Sin embargo, no estaba dispuesta a aceptar tal desenlace.
¡Cómo podría aceptar este resultado!
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! —Shi Qian gritó desamparada hacia el mar—. No me dejes sola, ¿está bien?
Todo estaba oscuro alrededor. Solo una farola iluminaba a Shi Qian, pero aún así no podía disipar la espesa noche. La oscuridad parecía capaz de tragar el pequeño cuerpo de Shi Qian en cualquier momento.
Shi Qian ya sollozaba sin control.