Sin embargo, el Presidente Yang se negó a creerlo.
—¿Realmente necesitamos a Lu Man para esto? —miró al Gerente Lin, y luego dirigió su mirada al equipo de publicidad.
En ese momento, se hizo un silencio sepulcral mientras todos bajaban la cabeza.
—Además de Lu Man, no podemos encontrar a nadie más. Ya has visto bien el plan ejecutado por el equipo de relaciones públicas que contratamos antes —dijo el Gerente Lin impotente—. Todo fue en vano.
—Entonces aumenten la oferta que le dan a Lu Man, en comparación con lo que le paga Princesa Rica, podemos ofrecer un 50 por ciento más —apretó los dientes el Presidente Yang y dijo—. No creo que ella no quiera ganar dinero.
—Pero, ¿y si Lu Man aún así no está de acuerdo? —preguntó el Gerente Lin—. Presidente Yang, dígame cuál es su límite máximo.
No podía simplemente seguir llamando y colgando una y otra vez con ofertas, ¿verdad?