Wenyu Su

Como líder de bandidos, Yan Jinyi ha sido una bravucona durante veinte años y terminó causando su propia muerte.
Lo siguiente que sabe, es que despierta y descubre que se ha convertido en la Segunda Joven Señora de la Familia Huo. Empuñando su cuchillo, Yan Jinyi comienza a lanzar su peso alrededor con arrogancia de nuevo.
El Joven Maestro Huo dice:
—Si todavía estoy soltero, probablemente me casaría con mi cuñada.
El Tercer Joven Maestro Huo dice:
—Si pudiera volver atrás en el tiempo, habría competido con mi hermano por casarme con mi segunda cuñada.
La Señorita Huo dice:
—Si yo fuera hombre, ¡mi segunda cuñada sería mi mujer!
Un CEO dice:
—Pensé que era lo suficientemente sinvergüenza, ¡pero no esperaba que Yan Jinyi fuera más gamberro que yo!
El Mejor Actor dice:
—Huo Xishen, ¿por qué todavía no estás divorciado?
El Segundo Joven Maestro Huo señala a Yan Jinyi y dice:
—Ella es mía.
Corre el rumor de que la segunda nuera de la Familia Huo puede golpear a una rompehogares y es especialmente buena para hacer dinero. Innumerables pesos pesados están haciendo cola para ponerle los cuernos a Huo Xishen.

Señora es una figura sensacional en la ciudad

El regalo de Huo Qingyuan era un conjunto de joyas que Huo Xian acababa de comprar en una subasta, mientras que el regalo de Huo Chengyu era un diario escrito a mano por un famoso médico que había practicado medicina durante décadas.


En cuanto a Huo Xishen... él no recibió ningún regalo.


Después de esperar mucho tiempo, finalmente llegó el turno de Yan Jinyi y ella comenzó a frotarse las manos con entusiasmo.


Ante la mirada expectante de Jinyi, Huo Xian le dio una piedra manchada de barro pero que parecía bastante brillante.


—Abuelo, no nos faltan piedras. Hay piedras por todas partes en el jardín —tras recibir un golpe tan duro, Yan Jinyi hizo todo lo posible por mantener su sonrisa.


—Sé que no les faltan, pero esta es más grande que cualquier otra piedra que puedan encontrar en casa. Voy a subir a descansar, ustedes diviértanse.


Capítulo 477: No nos faltan piedras