Gu Weiwei lanzó una mirada a la parte trasera del coche, donde el otro vehículo había golpeado, y no quería perder más tiempo hablando con ellos.
—Ya estaba estacionado nuestro coche, tú nos chocaste, la culpa es tuya... —dijo ella.
—Mu Weiwei, este no es un lugar en el que debieras estar, ¿verdad? —Interrogó Meng Ruya.
Ignorando el hecho de que ella estaba equivocada, Meng Ruya se negó a asumir responsabilidad e en su lugar la interrogó.
Había enfadado a la señora Fu y al Maestro Fu, así que la habían echado de la mansión y le habían prohibido volver.
¿Acaso la Anciana la había traído de vuelta a casa?
—No depende de ti decidir si debo estar aquí o no, ¿verdad? —Gu Weiwei soltó una risita burlona.
Ellos decían que no debería venir a este lugar, pero ¿y ellos?
Al ver a las dos mujeres actuando en equipo, Jolin levantó las cejas sin decir palabra.
La madre y la hija eran igual de tontas. Si su chica no podía venir a este lugar, entonces ellos mucho menos.