—Dejaré a los niños contigo unos días. Tengo algo que resolver —dijo Huo Xiaoran con expresión solemne.
Huo Zhou aún estaba somnoliento y sentía que Xiao Ran aún no había salido de la sombra de la partida de Qiao An, por lo que era especialmente sospechoso y sensible.
—Xiaoran, ahora que has recuperado la memoria, deberías saber que Xiao Ming y yo somos personas dignas de tu confianza. Si tienes algo, ¿por qué no puedes dejárnoslo a mí y a Xiao Ming? Mira lo débil que está tu cuerpo. Deberías quedarte aquí y recuperarte unos días más.
Xiaoran sacudió la cabeza con obstinación y los ojos llorosos.
—An'an todavía está en la montaña trasera. No quiero que ella esté allí sola. Tendrá miedo. Quiero llevarla a algún lugar.
Huo Zhou estaba completamente despierto.
—Xiaoran, ¿vas a mover la tumba de An'an?
Xiao Ran asintió.